Son emprendedores que respiran y exudan negocios, no imaginan su vida de otra forma. Pero ellos también se equivocan. Es más, algunos dicen que se equivocan más que el resto nosotros, simplemente porque se atreven más. Sin importar qué tan cierto o no sea esta afirmación, te entregamos un listado de emprendedores que nos cuentan alguno de los peores negocios, grandes o anecdóticos, que hasta hoy recuerdan.
El cliente siempre tiene la razón, aunque no la tenga
Tamara Campos es dueña de la tienda virtual de vinos Acarané, y la peor situación con la que debió lidiar sucedió durante sus primeros meses como emprendedora.
“Subí al sitio web una promoción de vinos de distintas categorías, creé los productos en WooCommerce duplicando el anterior y cambiando características y precio. Rápidamente recibí una compra de varias cajas “Gran Reserva” desde una comuna del sur. Llamé a la clienta para confirmar que conocía los costos de despacho, dijo estar al tanto y se mostró muy satisfecha por su compra. Al revisar el sitio noté que no le había cambiado el precio al pack, o sea, estaba vendiendo los vinos “Gran Reserva” al mismo valor que los vinos “Reserva”. Respetar ese precio significaba una pérdida para Acarané de casi la mitad de las ganancias mensuales. Confiando en la bondad humana, la llamé para explicarle el error, contarle que Acarané es una empresa muy pequeña y ofrecerle alternativas y compensaciones, pero sólo recibí una amenaza de denuncia al SERNAC. Asumí la pérdida. Quiero seguir creyendo en la bondad humana”.
El tiempo es oro
Sebastián Findling no teme en reconocer y relatar su “peor negocio”, como lo asume hasta hoy. Para él esta experiencia marcó su vida en el más amplio sentido de la expresión.
“Uno de mis peores negocios fue también uno de los primeros. En aquel entonces trabajaba como freelancer desarrollando software a la medida para todo tipo de empresas. Un día se me ocurrió un sistema que sería muy útil para el retail y contacté a una de las compañías más grandes del rubro, se interesaron y me pidieron que lo presentara. Me puse a programar todo porque no quería llegar con la propuesta, sino con el software funcionando. El mismo día de la reunión aparecieron bugs en el código, entré en pánico y me quedé corrigiéndolos al punto que me atrasé y llegué tarde. El gerente se rehusó a recibirme. Fue un pésimo negocio porque perdí semanas de trabajo, algo que podría haber evitado simplemente presentando una maqueta.
“Mi peor negocio fue cometer el mismo error 3 veces seguidas”
Para Matias Luque la lección fue aún más dura. Salir del mundo corporativo para ser independiente o emprendedor fue un tropezón tras otro.
“Tuve 3 agencias de marketing antes de darme cuenta de que solo andaría mejor. La primera fue pagar noviciado. La relación con mis socios no fue lo esperado y me pasó la cuenta. En la segunda, la culpa fue 100 % mía. Monté una oficina y promesas que nunca pude cumplir porque no supe cómo atraer clientes; un desastre. Para la tercera, con 2 amigos, montamos una agencia especializada en el mercado cultural. Al poco tiempo vi que es un mercado que no tiene plata para invertir. Sigue funcionando, pero ya no estoy en ella. Gracias a estos tropiezos hoy poseo 2 negocios. “Mi cuarta “agencia” llamada Güena, mi república independiente, que presta servicios digitales para PyMes y agencias que necesitan de este músculo y también tengo Petdoor Chile, un emprendimiento de puertas de mascotas para terrazas de departamento que es un éxito”.
La importación no siempre es el mejor camino
Felipe Valdivia, asegura que su peor negocio como emprendedor fue en el 2010.
“Cuando comencé mi empresa de sistemas electrónicos de seguridad, importé una gran cantidad de equipos para el negocio, artículos para CCTV en su mayoría, todo desde China. Error uno, me demoré en desaduanar por inexperiencia y me pasaron una multa fuerte. Esta importación me sirvió mucho en un comienzo, era muy bueno el margen, pero, con el tiempo llegó el error dos. Pensé que los equipos los instalaría rápidamente, pero vi que estos demoraban mucho en salir de bodega y si no se vendían o instalaban en el corto plazo, se desvalorizaban mucho. ¿La lección? Me sirvió para entender lo importante que es la rotación de bodega, liquidar stock en algún minuto y tener un buen proveedor local mayorista, aunque bajen los márgenes. También es fundamental importar cantidades solo en proyectos largos donde puedo contar con los equipos durante la ejecución del proyecto, sin demorar los estados de pagos y, por último, contar con un muy buen agente de aduanas.
Vocación más que ganancia
Fernando Costa es periodista, productor de eventos y gestor cultural, es dueño de una agencia de comunicaciones y asesorías en gestión para artistas y proyectos culturales. El camino que lo llevó a este emprendimiento estuvo lleno de obstáculos.
«Cuando entré a la universidad, descubrí que una de mis pasiones es la producción de eventos. He levantado festivales de mediana envergadura, ciclos de conciertos y trabajado como mánager de artistas realizando más de 200 autoproducciones en los últimos 15 años, pero son contadas con los dedos de una mano las veces que tuve éxito económico y casi siempre tuve que asumir los costos de mi bolsillo. Tras muchos fracasos decidí que es mejor ofrecer servicios aprovechando mi experiencia y así formé mi agencia. Ocasionalmente sigo produciendo eventos, aunque con el solo objetivo de pasarlo bien y cubrir los costos mínimos».
Los activos de la empresa que no siempre son considerados
Francisco Arrau es un esperanzado emprendedor social, que trabaja hace 16 años en la implementación de proyectos y programas de mejoramiento educativo en establecimientos educacionales de todo Chile. Su experiencia, tiene que ver con los activos de las empresas que no siempre se evalúan por completo antes de adquirirlos.
“En 2014 y luego que me robaran una camioneta, decidí darme el gusto y buscar una camioneta más antigua, muy rica, que no fuera buscada por los ladrones. Entonces, me compré la Chevrolet ZR2, del año 2000, 4×4, V6. Un monstruo gigante. Pensé que la tendría por décadas, que nadie ni intentaría robarse al monstruito ese. Solo que era la camioneta quién me robaba a diario mí, ¡entregando un rendimiento de 4,5 km por litro! Resultado, el peor negocio de mi vida. La vendí al mes, un 20 % más barata de lo que pagué por ella. ¿Mi reflexión? ¡Lo manejado y lo embarrado no me lo quitó nadie!”.
No dejar nada al azar
Max García es back-end developer y actualmente trabaja para un startup en San Francisco, California. Durante años tuvo una empresa de desarrollo de software CRM para medianas empresas. Dentro de todos sus malos negocios, recuerda uno con especial amargura.
“Leí un libro sobre estadísticas que me dejó marcando ocupado. Hablaba sobre las probabilidades de las apuestas y cómo maximizarlas. Tiempo después encontré una guía de supuestos “trucos para ganar en los casinos”. Realmente no sé qué me pasó, pero estuve un mes apostando en un casino online, intentando ganarle al sistema. Pues bueno, 4 semanas después y 2 millones menos en la cuenta fueron suficientes para darme cuenta que ese era un muy mal negocio”.
De los errores se aprende, y estos incipientes empresarios lo saben. Cada caída les ha permitido mejorar y hacer crecer sus emprendimientos. Tanto es así, que lo que en un momento fue una simple idea, hoy es un fructífero negocio.