Naomi Sofía Figueroa, funcionaria de la Dirección de Colmenas y Centros de Cuidado Comunitarios del Gobierno de Guadalajara, ha causado controversia al confesar en una transmisión en vivo por TikTok haber pagado por el sacrificio de un perro como parte de un ritual de santería. Durante la transmisión, Figueroa explicó que la acción fue motivada por el deseo de «acabar con sus enemigos», afirmación que desató una ola de indignación entre los usuarios de redes sociales. A pesar de la gravedad de sus declaraciones, la funcionaria no mostró ningún signo de arrepentimiento y justificó su acto violento como un sacrificio necesario en su vida personal y profesional.
La mencionada transmisión se llevó a cabo sin que Figueroa ofreciera contexto alguno sobre la religión Yoruba, de la que emergen las deidades llamadas orishas, que han sido objeto de malinterpretación y apropiación cultural en la sociedad contemporánea. Su falta de respeto por las tradiciones y la religión, así como el desdén por el sufrimiento de un animal, son elementos que han resonado negativamente en el público. Este caso pone de manifiesto la necesidad de una mayor comprensión y respeto hacia las diversas prácticas culturales, evitando su tergiversación por parte de figuras que ocupan espacios de poder.
Al conocerse su confesión, las redes sociales estallaron en condenas hacia el acto de Figueroa, poniendo en primer plano la normalización del maltrato animal desde esferas gubernamentales. Los internautas exigieron su destitución inmediata y que se le imputaran las consecuencias legales que correspondan. En Jalisco, el Código Penal es claro al respecto, estipulando sanciones de hasta cinco años de prisión y multas que pueden superar los 100 mil pesos para quienes participen en actos de crueldad animal. La indignación ciudadana refleja un creciente reclamo por el respeto a los derechos de los animales y la condena hacia el abuso en todas sus formas.
A pesar de la presión social, la funcionaria persiste en su postura y ha minimizado las críticas hacia su acto. La comunidad ha reaccionado de manera contundente, demandando que el Ayuntamiento de Guadalajara tome medidas concretas. Este llamado a la acción busca no solo la destitución de Figueroa, sino también un cambio en la política de protección animal en la región, que haga frente a la violencia hacia los animales y fomente el respeto por todas las formas de vida. La situación ha encendido un debate necesario sobre el papel de los funcionarios públicos en la promoción de valores éticos y humanitarios.
Este escándalo no solo involucra a un individuo, sino que también destaca la responsabilidad del Gobierno de Guadalajara en asegurar la integridad de su personal. Es fundamental que las instituciones públicas establezcan protocolos claros y firmes en relación al bienestar animal y la educación cultural. De no abordar este tipo de incidentes con seriedad, se corre el riesgo de normalizar comportamientos que atentan contra la sensibilidad colectiva y los derechos de los seres vivos. Se espera que el Ayuntamiento tome cartas en el asunto y reitere su compromiso con los valores de respeto y dignidad hacia todos los ciudadanos, humanos y no humanos.
















