El presidente Trump ha decidido avanzar con su estrategia proteccionista, a pesar de los claros signos de que los aranceles no han funcionado como un medio efectivo para reindustrializar a Estados Unidos. En su última serie de medidas, instauró aranceles recíprocos que elevan de manera significativa el costo de las importaciones chinas, situándolos en un alarmante 104%. Este enfoque crea una cadena de represalias que no solo afecta el comercio bilateral con China, sino que también podría desencadenar una recesión global, especialmente considerando que ya se observan síntomas de desaceleración económica en diversas naciones, incluida la propia economía estadounidense.
La obsesión de Trump por cerrar el déficit comercial ha llevado a una serie de decisiones que se basan en una lógica cuestionable. En vez de abordar el problema desde una perspectiva integral que tenga en cuenta el comercio de servicios, sus políticas se centran únicamente en la manufactura y en la imposición de tarifas aduaneras. Esta estrategia ignora la realidad de que muchos de los productos importados provienen de empresas estadounidenses que fabrican en el extranjero. Así, eleva el peligro de que el país se aísle económicamente, lo que podría resultar en una mayor inflación y una caída de la producción, empujando al país hacia una recesión aún más profunda.
El entorno económico actual ha demostrado ser inhóspito para los pequeños y medianos negocios, que luchan por mantenerse a flote. Los aumentos en los aranceles de Trump están llevando a un incremento de los precios en los bienes de consumo, lo que a su vez provoca una reducción del poder adquisitivo de las familias estadounidenses. En un momento en que el índice de actividad manufacturera ya está en contracción, se prevé que los costos se disparen, lo que limitará las compras y el crecimiento económico. Con el pronóstico del PIB de EE.UU. en declive, los temores a la estanflación se convierten en una realidad palpable, ya que la inflación avanza sin control.
La guerra comercial de Trump, en lugar de restaurar la grandeza manufacturera de Estados Unidos, está provocando una reacción adversa. Las empresas enfrentan crecientes dificultades para cumplir con préstamos de alto riesgo, lo que añade presión a un sector que ya estaba luchando por recuperarse de los efectos de la pandemia. Las proyecciones de desempleo están comenzando a aumentar, lo que sugiere que la economía estadounidense no solo podría enfrentarse a una recesión, sino que también podría experimentar un aumento en la inestabilidad social y económica. La premisa de que los aranceles traerán de vuelta a las fábricas parece una ilusión más que una estrategia viable.
En última instancia, Trump y su estrategia proteccionista están arriesgando mucho en un juego que muchos analistas ya ven como una apuesta perdedora. A medida que los mercados reaccionan negativamente a las subidas de tarifas y el aumento de la inflación, la pregunta permanece en el aire: ¿puede este enfoque realmente revertir las tendencias de globalización y restaurar la manufactura en Estados Unidos? Las lecciones del pasado, incluidas las políticas de Nixon y Volcker, sugieren que los cambios impulsados por la ideología proteccionista a menudo conducen a resultados desastrosos. En este escenario, la hegemonía económica de Estados Unidos podría verse aún más comprometida, confirmando la tendencia de declive que ha caracterizado al país desde hace décadas.