El Mono, la última adaptación cinematográfica de una obra de Stephen King, llega a las salas de España el 21 de febrero de 2025, planteando una vez más el inagotable interés que generan las historias del afamado autor. Esta película, dirigida por Osgood Perkins, no solo conmemora el 50º aniversario de Carrie, la primera adaptación de una novela de King, sino que también se suma a un legado de terror que ha estado presente en la cultura popular durante cincuenta años. La reciente adaptación se basa en un relato corto de la antología Skeleton Crew de King, en la que encontramos otras obras reconocidas, las cuales han sido llevadas al cine con gran éxito, y que han hecho de la narrativa de King un pilar fundamental del género de terror contemporáneo.
Desde sus primeras palabras, El Mono establece un ambiente ominoso y perturbador. La historia gira en torno a un juguete aparentemente inofensivo: un mono de cuerda que, cada vez que toca sus platillos, marca la inminente llegada de una muerte violenta. En esta premisa, King despliega su estilo característico de entrelazar lo sobrenatural con lo cotidiano, donde la psique del protagonista se convierte en un espejo de la tragedia que lo rodea. Sin embargo, Perkins opta por un enfoque diferente en la adaptación cinematográfica, enfatizando el absurdo y un tono más humorístico que puede resultar inesperado para los aficionados al relato original. En este sentido, la película se transforma en una sátira oscura sobre la familia y su interrelación con el destino, llevando a los espectadores a un viaje tanto grotesco como hilarante.
A diferencia de la obra escrita, la película de Perkins toma libertades narrativas significativas, cambiando la estructura de flashbacks por una línea temporal más directa. Esta decisión cambia la experiencia del espectador, haciendo que la historia transcurra de forma más fluida y, a su vez, permite la inclusión de elementos visuales impactantes. Las secuencias de las muertes, por su naturaleza extravagante y gore, recuerdan a la famosa franquicia Destino Final, fusionando el horror con un estilo casi cómico. A medida que avanza el metraje, la película se convierte en un festín visual que invita a la complicidad del público, que debe estar dispuesto a abrazar el caos y la locura de la narrativa.
Una de las características más destacadas de El Mono es su atmósfera onírica. Perkins crea un mundo donde lo absurdo se convierte en la norma, y las reacciones de los personajes a circunstancias extremas son presentadas con un desparpajo que roza lo surrealista. Esta tendencia a jugar con la realidad permite a la película experimentar con los límites del horror y el humor, y atrae principalmente a un público joven que busca disfrutar de este tipo de narraciones dislocadas y exageradas. La película se convierte así en una celebración de lo macabro, donde el espectador rinde homenaje a las complejas relaciones familiares y sus drásticas consecuencias, siempre bajo la premisa de una sonrisa sarcástica.
Finalmente, El Mono no se propone ser un titán en la historia del cine como Longlegs, sino que se presenta como un caramelo cinematográfico, una obra destinada a entretener sin prejuicios. La película brilla en su aspecto visual gracias a la dirección de Perkins, la fotografía de Nico Aguilar y el trabajo de montaje de Graham Fortin y Greg Ng, mientras que los actores brillan en sus interpretaciones caricaturescas, destacando a Theo James y Tatiana Maslany. Con pequeños cameos que añaden un toque de complicidad, como los de Adam Scott y Elijah Wood, la película mantiene un aire de diversión constante. En última instancia, lo que queda en la memoria del espectador es el disfrute irreverente que provoca, dejando una huella de satisfacción y risas en el viaje absurdo y sangriento que propone.