En un clima de creciente tensión social, los transportistas argentinos iniciaron una huelga de 24 horas que ha tenido un efecto dominó sobre la movilidad en el país. Este paro, convocado por la Unión Tranviaria Automotor (UTA), ha dejado sin transporte a millones de ciudadanos, con el objetivo de exigir un ajuste salarial acorde al ritmo de inflación desmedido que afecta a la población. La medida, que podría ampliarse indefinidamente, ha sido anunciada en un contexto de descontento generalizado frente a las políticas económicas del gobierno de Javier Milei, las cuales son consideradas insuficientes y desventajosas para los trabajadores.
El impacto del paro es profundo. Más de 15 millones de personas se han visto afectadas, con 103 líneas de transporte en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) completamente paralizadas, así como un adicional de 102 líneas en la provincia de Buenos Aires. Gabriel Gusso, secretario gremial de la UTA, ha afirmado que, a falta de respuestas concretas, el sindicato está decidido a mantener la huelga hasta que se atiendan sus demandas. Gusso enfatizó que «si no aparece la plata, queremos un paro por tiempo indeterminado», reflejando la inquietud de los trabajadores ante la inflación que erosiona su poder adquisitivo.
Las demandas de los transportistas no solo se limitan a un aumento salarial significativo, sino que también incluyen una crítica al contexto político y económico en el que se encuentran. Mario Calegari, vocero de la UTA, ha argumentado que «el Gobierno sostiene una política de aumentos salariales por debajo de la inflación», lo que ha desencadenado un descontento creciente entre los trabajadores. Además, Calegari ha señalado la falta de adhesión de algunas empresas, como DOTA, insinuando vínculos entre estas y el gobierno actual, al mencionar que el padre del presidente Milei fue propietario de dicha línea.
Este descontento se extiende más allá del sector del transporte. En paralelo, trabajadores del sector algodonero han comenzado su propia huelga de 24 horas en varias provincias, organizados por la FTCIODyARA y el STADYCA. Aunque se encuentran en un sector que ha visto récords de exportación, los trabajadores alegan una intransigencia patronal que ignora sus necesidades básicas. Demandas similares a las de los transportistas han sido formuladas, poniendo de relieve un clima de insatisfacción que atraviesa distintos sectores de la economía nacional.
Con el avance de estas huelgas y la posibilidad de que se extiendan, la presión sobre el gobierno de Javier Milei se intensifica. Las convocatorias a huelga reflejan una frustración generalizada frente a la falta de soluciones efectivas a las problemáticas de los trabajadores, quienes ven en sus acciones una forma de demandar visibilidad y respeto a sus derechos en medio de un panorama económico complejo. El futuro inmediato se vislumbra incierto, con la posibilidad de que nuevas movilizaciones y paros se sumen a la agenda política del país.