La Corte Suprema de Chile ha ratificado este jueves una condena de 15 años de prisión para Miguel Krassnoff Martchenko, un exmilitar que se ha convertido en símbolo de la represión durante la dictadura de Augusto Pinochet. Esta sentencia, que suma más de 1,000 años de prisión en total por diversos crímenes de lesa humanidad, es un hito en la lucha por justicia y memoria histórica en un país que aún enfrenta las secuelas de su pasado oscuro. El fallo unánime de la Segunda Sala del máximo tribunal también incluyó la misma pena para otros dos agentes de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), César Manríquez Bravo y Pedro Espinoza Bravo, por su implicación en el secuestro de dos militantes comunistas en 1974.
Los condenados fueron hallados culpables del secuestro calificado de Manuel Filamir Cartes Jara y José Segundo Flores Rojas, quienes fueron detenidos en un operativo de la DINA en agosto de 1974. Cartes Jara, de 35 años y obrero de la construcción, y Flores Rojas, de 40 años y peluquero, eran conocidos activistas políticos en la zona de Peñalolén. La detención se llevó a cabo en medio de una serie de operativos represivos que buscaban eliminar a la disidencia política en el país, un capítulo sombrío que dejó miles de víctimas en su trayecto.
La Corte también impuso penas a otros dos agentes, Alejandro Astudillo Adonis y Pedro Araneda Araneda, quienes recibirán 10 años y un día de prisión por su papel como coautores del crimen. Además, el tribunal ordenó al Estado chileno pagar una indemnización de 300 millones de pesos a las familias de las víctimas en concepto de daño moral. Este fallo no solo busca hacer justicia por los crímenes del pasado, sino también reconocer el sufrimiento que continúan enfrentando las familias de los desaparecidos.
La sentencia detalla que tras su detención, Cartes Jara y Flores Rojas fueron llevados al cuartel Villa Grimaldi, conocido como Terranova, y posteriormente al centro de detención Cuatro Álamos, donde se perdió el rastro de su paradero. Desde entonces, sus familias han luchado incansablemente por respuestas sobre su destino, enfrentándose a un sistema que ha tardado décadas en comenzar a abordar la verdad sobre las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.
La represión orquestada por la dictadura de Pinochet ha dejado una herencia dolorosa en la sociedad chilena, con miles de muertos y desaparecidos que aún esperan justicia. La decisión de la Corte Suprema representa un paso significativo en la búsqueda de verdad y reparación, aunque muchas familias siguen esperando conocer el destino de sus seres queridos. La lucha por la memoria y la justicia continúa siendo un objetivo primordial para la sociedad chilena, recordando que el pasado no debe ser olvidado.