En sus 36 años de vida, el empresario inmobiliario Erik Leiva ha cosechado numerosas historias, fruto de sus distintas experiencias, tanto en los negocios como en el ámbito personal.
El primer recuerdo de venta de algún producto a sus amigos o vecinos está clarito en su mente. “Tenía 7 años y a la vuelta de mi casa había una señora que tenía un negocio. Yo había comprado un lote de cosas en un remate al que fui con mi papá y se las dejé a consignación a ella y otros comerciantes. Ahora me doy cuenta que ellos me las recibían porque conocían a mi papá. Lo hacían por él”.
Sobre su adolescencia, explica que no le gustaba mucho estudiar y en clases era más bien desordenado, pero se las arreglaba para sacar notas aceptables en todos los ramos y sobresalientes en matemática. “Los números siempre se me dieron con una facilidad tremenda. Me gustaba mucho hacer cálculos y ese gusto subsiste hasta el día de hoy”, comenta Erik Leiva.
Cocinero en Andorra
No tiene problemas en reconocer que es un viajero empedernido y esta pasión por conocer nuevas culturas y lugares incluso lo llevó a vivir casi un año en Andorra, junto con un grupo de amigos.
De hecho, fue en ese país donde aprendió a cocinar, cuando trabajó en un restaurant.
“Aprendí a cocinar en un restaurant donde hacía de todo. Allá en todas esas zonas de Europa son típicas las comidas como las tapas, el jamón serrano, tablitas y la paella. La gente comparte y disfruta mucho la vida. Eso me encantó”, comenta Erik Leiva.
En Chile, su comida favorita son las entrañas, lasaña y pastel de choclo, mientras que en postres se decanta por la sémola con leche y el flan. Ambos con caramelo.
Sin embargo, las horas que le dedica al trabajo lo privan de cocinar todo lo que le gustaría y la mayor parte de las veces “o como en restaurantes o pido algo a domicilio. Mi vida es una locura constante”.
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